miércoles, 14 de marzo de 2018

ETXERAT (A CASA)

En noviembre de 2007, tras realizar los trámites necesarios, la familia de Miguel Ángel Blanco  procede a trasladar sus restos al cementerio de Faramontaos (A Merca), hartos de soportar la humillación de encontrar su panteón con pintadas y desperfectos. No quedaron satisfechos con asesinarlo, por lo visto. Así que la familia optó por poner fin al único motivo que les obligaba a volver a Ermua con cierta regularidad tras tomar la decisión de mudarse a Vitoria.
Unos años antes, el catedrático que fuera viceconsejero de Educación del Gobierno vasco, Francisco Llera, tuvo que malvender su casa y poner rumbo a Madrid después de que ETA pusiera una bomba en el ascensor de su facultad. Poco más tarde el destino le llevaria a Sevilla desde donde incluso llegó a dirigir el Euskobarómetro.
Como él, miles de periodistas, empresarios, políticos, policías o ciudadanos sin más, abandonaron el País Vasco ante la amenaza que la banda y sus cachorros representaban para ellos y sus familias. Se calcula que 60.000.
Ahora que Francia ha decidido trasladar a los presos de ETA a cárceles más próximas a Euskadi y que en España sucederá más pronto que tarde algo parecido, conviene recordar a quienes no van a tener tan fácil la vuelta a su tierra; bien porque ya no están o porque han echado raíces en otros parajes.
El acercamiento de esos presos se producirá porque la banda ha sido derrotada y ya no hay motivos para su dispersión. Y supondrá un paso más hacia la consolidación de un camino, el de la paz, que no debe tener vuelta atrás. Desgraciadamente, igual que el de los 829 asesinados por la banda...

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