miércoles, 28 de febrero de 2018

PADRE NUESTRO


El otro día recibí un whatsapp de ese tipo de cadenas cargadas de buenas intenciones. Comenzaba con un Padre Nuestro desde la A a la Z (es decir, hasta el más líbranos del mal, amén), seguido del siguiente texto: "Estamos haciendo 1000 padrenuestros por quienes sufren cáncer... Tú rezas uno y pasas este mesaje a diez personas. Avisa si no puedes para que no se interrumpa."
En primer lugar, me sorprendió el hecho de que los padres nuestros se hacen, y no se rezan. Pero eso era lo de menos.
Agradeciendo la buena intención y gran humanidad del remitente, procedí en segundo lugar a advertirle, como me pedía, de que, lamentablemente, la cadena se rompía por culpa de mi agotada fe. Como tenemos la confianza suficiente, aproveché para mandarle un enlace a la web de la Asociación Española contra el Cáncer, y más concretamente al apartado de donaciones, acompañado de un triste, pero sincero: «te adjunto este enlace. Desgraciadamente, no conozco a nadie que se haya curado rezando de esa maldita enfermedad... Te invito a que lo envíes a quien consideres oportuno».
Todo ello con la mejor intención y sin la pretensión de quedar moralmente por encima de nadie. Y en esta ocasión, mi respuesta no tenía que ver únicamente con mi atea manera de ver la vida. Me explico.
Este no fue el primero ni será el último mensaje de esa clase que recibiré, salvo que mis respuestas acaben con la paciencia de todos los potenciales remitentes. La colección va desde peticiones para ver un vídeo en youtube, con el objetivo de que un presunto (gran palabra omnipresente en nuestras vidas, que no me resistía a utilizar) patrocinador destine un céntimo de euro a una asociación sin ánimo se lucro, hasta peticiones para que el Gobierno destine recursos a tal o cual ong o línea de investigación.
No es que no esté de acuerdo. Al contrario. Ojalá los gobiernos de todo el mundo destinasen a todas las ONGs, los presupuestos necesarios para llevar a buen término sus loables objetivos. Pero, al día de hoy, no es el caso. Por unos motivos o por otros. Por tanto, me parece bien que firmemos en change.org y que sigamos cuantas cadenas de mensajes nos lleguen en ese sentido. Pero si además de limitarnos a reenviarlos, cada uno de los destinatarios, con capacidad económica para ello, nos rascáramos el bolsillo y donásemos unos euros a esas campañas, en lugar de trasladar la responsabilidad a los gobernantes de turno o a seres cuya existencia está pendiente de ser demostrada, tal vez se extinguirían esas cadenas de mensajes.
Por desgracia,  de momento, no aconsejo seguir mi política de respuestas a las mismas. Parece ser que incomoda al personal y resulta poco menos que ofensiva. Políticamente incorrecto, lo llaman. Así que, si se ven en una de estas, limítense a plantearse lo de la donación en el estricto ámbito de su intimidad y no olviden dar continuidad a la cadena. Tal vez, no falte mucho para que los gobernados podamos poner nuestro particular y efectivo granito de arena.

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