viernes, 23 de febrero de 2018

OTROS VENDRÁN QUE BUENO...

Corría el año 2003 y José María Aznar encarga a uno de sus más estrechos colaboradores la compra de un cuaderno azul. Permítanme la licencia novelística de describirlo sin saber cómo era realmente. Era uno de esos cuadernos de espiral, del tamaño de medio folio y con las hojas cuadriculadas. Pero probablemente el que cumplirá la función más importante de los que se vendieron en aquella época: albergar el secreto del sucesor de Aznar, quien ya agotaba los dos mandatos a los que, como máximo se comprometió. Pasaron las semanas y Aznar dedicaba los escasos ratos libres a rellenar las hojas con los nombres de los distintos candidatos, señalando sus méritos, aptitudes, experiencia, conocimiento de idiomas...
(Hasta aquí la parte dramatizada de la historia. Lo que viene a continuación, se atiene a la estricta veracidad de los hechos.)
Y el candidato que mayor puntuación obtuvo fue el que todos conocemos, Mariano Rajoy. Contó Aznar años más tarde que su plan 

A era Rodrigo Rato, pero éste declinó el nombramiento y vistos los recientes acontecimientos, podemos decir que afortunadamente.
Así que, Aznar pasa al plan B. No encontró entre los 40 millones de españoles alguien capaz de interponerse entre la A y la B. Así que el 29 de agosto de ese año, decide no esperar más y comunicarle a Rajoy que es el elegido. 
La frase del heredero, al empezar el encuentro no tiene desperdicio y es toda una declaración de intenciones: «Presidente, prefiero que no me digas lo que intuyo que me vas a decir». Insisto en que la ficción de acabó en el párrafo dedicado al cuaderno. El lunes siguiente Aznar comparte su decisión con el Comité Ejecutivo Nacional del PP y un día más tarde es aprobado por la Junta Directiva Nacional. Tenemos ya el candidato que más tarde gobernará los designios de los españoles durante dos legislaturas.
Cabe preguntarse por qué Aznar elige a MR. Solo él sabe la realidad y probablemente nunca la reconocerá, pero ¿eligió realmente al mejor candidato, con la esperanza de no equivocarse, como dijo en aquel entonces? 
Volvamos a la ficción. ¿Y si Aznar lo que realmente buscaba era un sucesor moldeable y agradecido sobre el que poder influir en las decisiones importantes de país? ¿Y si designaba a alguien para que ni se plantease destapar las presuntas prácticas de financiación del partido, que posteriormente la Justicia ha descubierto ya se daban en esos tiempos? ¿Y si verdaderamente decidió elegir, a sabiendas, a un candidato que le hiciera bueno por su mediocre capacidad?
Abandonemos la fantasía porque la realidad ha proporcionado respuestas a todas esas preguntas con el tiempo. El PP ya de Rajoy ha colaborado con la justicia, entregando cuanta información se le ha solicitado (contratando incluso a los mejores informáticos para recuperar ordenadores dañados), y llegando a encargar auditorías para descubrir malas prácticas en el partido, sin esperar a que fiscales o policías tomasen la iniciativa.
En el ámbito de la gestión, Rajoy pasará a la historia como el Presidente que prefería "no tomar decisiones porque eso también es una decisión".
Parece que Aznar sabía lo que hacía.

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